Miles de hojas secas se amontonaban sobre el suelo mojado, arrancadas de su quebradizo mausoleo. El otoño las reclama, para darles vida eterna. Vivos ocres, retumban en mis pupilas, y me hacen amar el símbolo de una inevitable decadencia. Alquimista incansable, inefable, la vida encontrará el camino para su resurrección, durante la primavera, una estación que empieza su vida en el alma, como una húmeda y prometedora promesa.

Semana triste y no sé muy bien por qué, o si quizás si lo sé. Quizás por la muerte de un pequeño sueño, quizás porque espero y espero que florezca un tiempo mejor, mientras los días se elevan como cumbres que terminan por destripar el cielo. Éste, lleva meses llorando sueños, montones de ellos caen desde la alturas y estallan contra el suelo, quebrándose los huesos. El alma persiste, se hace fuerte y resiste, pero la gente se cubre con paraguas que apenas si pueden sostener, tratan de no empaparse con el llanto, y el llanto se cura, dejando que te inunde, y nadando sobre él.

Las calles brillan, parecen nuevas, pero no olvidan el peso del mundo, aunque estén vacías. Todo, y digo todo, anhela volver a correr, ponerse la venda en los ojos, caer ladera abajo, para poder gritar que no tiene tiempo. Deseo al tiempo, como a las caricias, sentido, saboreado, aprovechado, y sobre todo vivido.  

La prisa amordaza el alma, mata besos por millones, y sin besos, no hay mucho por lo que imaginar, y poco por lo que luchar, y nada sobre lo que escribir, que algún día pueda llegar a valer la pena, ser leído y releído. Todo lo que busca un relato, es un alma que lo bese, palabra del universo.

Mik Way. T ©

Foto: Alexander Pasaric.

Foto Texto : Engyn  Akyurt.

Hoy le dí un poco de vuelta a una frases que me llenaron la cabeza estas últimas semanas, a veces uno no sabe ni el motivo, pero siente la necesidad de darle forma a una tormenta de palabras, espero vuestros comentarios.

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