
Mi felicidad era solo un clon que dormía en la habitación contigua a los sueños y solía confundirlos por la mañana. Cuando me equivocaba vestía mi sonrisa con sus pantalones cortos, los que enseñan las rodillas de niño que mira al cielo esperando que llueva felicidad.
Mi felicidad es solo un clon, un clon de mi propio corazón, que no vive, ni sueña, que brilla sobre el cráneo de las miserias; que ni duerme, ni sabe lo que es la vigilia, ni ríe, ni llora. Solo espera, inerte, impasible, como las desmoralizadas plantas de un balcón olvidado, por una calavera que se alimenta de tierra, y reza por la lluvia.
Mi felicidad aguarda inquieta e impaciente. Aguarda a que me muera para ser proclamada, encarnación de mi fantasma, recuerdo luminoso de mi existencia, en labios ásperos y desalados, que flotan en el aire como peces muertos. Mi felicidad es un yonki que se pincha mis lágrimas, y como apenas respira casi ni tiene apetito. Se conforma a la hora de comer con un caldo caliente hecho con los huesos rotos de mi fantasía, tuétano de la existencia; raquítica semilla de la realidad.
Mi felicidad se ha pasado media vida luchando para que no fuera feliz y así existir como el reflejo de la luna sobre las olas del mar, inalcanzable, inabrazable, omnipresente, y siempre deseable. En tiempos la perseguí, cavé con cucharillas de café, sobre la roca dura y entre sedimentos descompuestos de rutina, hurgué en la tiniebla, descompuse la luz y la materia, inútilmente. Profundicé, llamé a la puerta del azar, al equilibrio de la luz, acudí a la bisagra de la gravedad universal, caminé, y aunque no lo crean volé, pero sobre todo nadé, nadé cegado por la sal, persiguiendo su reflejo sobre el mar.
Hastiado, agotado, inabrazado, insustancial, colmado de latidos amargos de la pulpa roja de mi corazón, decidí detenerme. El mar olía a whisky y ginger ale, y el horizonte dejó de hacer promesas. A la deriva, volví la vista atrás, la playa estaba lejos, cada grano de arena se reía de mí y jugaba a esconderse entre las filigranas de las sombras de la noche. Era un juglar perplejo, el arlequín más triste, los años colgaban como harapos, en viejas estacas clavadas en la tierra. Decidí volver, nadar hacia la orilla, tratar de alcanzar la tierra, donde se clavan las raíces de mis sueños. El agua me oprimía, las olas me empujaban, incluso el cielo me aplastaba con su gigante pie, para tratar de hundirme, y por más que nadaba sentía que no llegaría.
¡De verdad que pensé que no llegaría! Que moriría ahogado persiguiendo un destello. Respiré hondo, no me rendí, nunca se me dio bien rendirme y brazada a brazada, sintiendo los derechazos del agua en la cara, el miedo me desveló un secreto. Como imágenes impertinentes, como latigazos en el alma, como caricias de algodón que cubrían mis heridas, me susurró al oído, que había buscado algo que siempre había tenido ¡fui feliz, había sido feliz!
Fui feliz en un beso, y por una caricia en penumbras fui feliz, también por comer, por cenar, por dar las buenas noches a los labios del amor. Fui feliz abrazado, queriendo abrazar y abrazando. Fui feliz caminando y renegando a cada paso que me llevaba a mi rutinario trabajo. Fui feliz esperando mi turno en la cola del pan, y corriendo detrás de una pelota junto a un enjambre de histéricos amigos, guardando en su mirada una patada magistral. Fui feliz, sufriendo, clavando una tediosa mirada sobre un libro de texto, fui feliz. Corriendo bajo la lluvia, empapado hasta los huesos, en una noche sin rumbo. Naufragando en sonrisas de nácar, y hasta conversando con caras de aluminio deformables. Y en las noches de alcohol, fui feliz, con resaca y sin ella. Fui feliz siendo amante del deseo del fuego e incluso del frío. Fui feliz evocando cada día de mi vida en que creí ser infeliz. Fui feliz por vivir, brazada a brazada con más o menos fortuna, fui feliz, y así repitiéndome una y otra vez, cada momento de mi ignorada felicidad, mi barbilla golpeó de repente la arena, llegué.
Allí en la playa dejé olvidada mi ropa y fui feliz, también dejé los cantos de sirena, pero no su eterna belleza, ni su voz angelical, ni su torso desnudo bailando en mi boca, benditas sirenas. Corrí rápidamente a mi casa, y me encontré dormido en la cama. No quise despertarme, estaba cansado, pero no de vivir, mi felicidad y yo nos habíamos reconciliado. Alguien dirá que, fue solo un sueño, pero sé que fue en un rincón del mismo bar donde desayuna la luna. El alba se asomó por la ventana y me invitó a un café, y a quitarle la ropa, y me dejó amar los secretos de su blanca piel. Me dejó grabado su perfume en el alma para siempre, y el derecho a mirarla de frente el resto de mis días. Al salir del bar, me fui en busca de la habitación donde había dormido siempre esa felicidad con piel de lagarto y plumas de mármol, la que cantaba y se confundía entre mis sueños, la sacudí hasta despertarla y le busqué un trabajo.
Ahora se encarga de dibujar sonrisas de zumbado a los recodos de mis sueños, cuando despierto sueño. Ha dejado de pincharse mis lágrimas, come tres veces al día, y se sienta junto a las musas para reírse de mí, cuando me quedo como un idiota, mirando un papel en blanco… es su pequeña y cochina venganza, es así.
Mik Way. T ©
La felicidad, es un cajón revuelto, que llevas en tu corazón, no se necesita mucho para encontrar algo en él, que te haga feliz. Lo encuentras cuando no lo buscas.
Hola, calamar! Primero nos sumerges en un mar de desdichas, pero luego nos tiras una soga, un salvavidas. Se agradece.
Muy buen relato, lleno de poesía y sentimientos en carne viva.
Un abrazo
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Hola Mirna, si es un paseo plagado de distintas emociones, un paseo que me alegra te haya gustado recorrer. Un gran abrazo¡¡¡ Saludos¡¡
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Hola Mik, me gustan mucho las asociaciones que haces en tu relato y bueno, el mensaje del mismo es como agua fresca. En verdad podemos encontrar algo de felicidad en cada cosa que hacemos, si nos proponemos a ello, claro está. Un abrazote.
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Hola Ana, gracias por pasarte y por tu comentario, así lo entiendo yo, un gran abrazote¡¡¡
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Mil gracias por tu dinámica «fuga de ida y vuelta» a buscar la felicidad, en donde está siempre: en el hecho de estar vivo. me encantó tu estilo: el ritmo vertiginoso y la originalidad de tus metáforas. Un abrazo.
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Hola bebapihen, gracias mil, por pasarte y por tu comentario, de los que animan, a perseverar en el camino de escribir historias. Un gran abrazo¡¡¡
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Por fin te encuentro y casi lloro ante el deleite de tu prosa. Encima te he encontrado sin buscarte, como se mastica mejor la alegría. Buenas otra vez, compañero
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Hola Ángel ¡¡¡ Me alegra verte de nuevo por estos universos, ¿ Qué mejor, que encontrar sin buscar? jajajaja un abrazo compañero¡¡¡
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Un relato muy profundo, con tintes de un poema en prosa.
Un ser desgarrado por sus penalidades y contra tiempos de toda índole.Una situación angustiosa, que al final se ve recompensada con una felicidad muy merecida…👍👏🕊🌹🕊
Un abrazo grande.🌞🌞
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Buenos días Susan muchísimas gracias por tu atenta lectura y tu comentario, si una búsqueda de la felicidad que puede terminar contenida en pequeñas cosas un gran abrazo¡¡¡
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