
“Somos agua y palabras, emergiendo entre las estrellas, briznas de ceniza centelleando en el crepitar crepuscular de una descomunal hoguera. La vida, la que trepa sobre una hélice codificando su experiencia, la que llena de sangre y fuego los vetustos canales de una historia archirrepetida; la que rima los versos amargos y dulces del alma de dios, de todos los seres vivos y de todo el universo, es una onda fantasmal.” Esta era la última anotación en el diario de Lord Zimmerman, el día en que se marchó.
Decenas de años dedicado al servicio de una causa, descubrir el origen de la vida, viajando al alma de la materia. En miles de galaxias, leyendas urbanas cruzaban sistemas enteros, como luz de faros fotónicos, conectando mundos, extendiendo su leyenda, murmurando mitos sobre la poliédrica figura de Lord Zimmerman. En algunos lugares le creían un confidente de dios, sintonizado con el idioma de los átomos. El que posiblemente se usó para escribir, las líneas de códigos y leyes que cohesiona, el ordenado caos universal. En otros un científico, en total y perfecto concubinato intelectual con la materia. En todos, el genio mismo, junto a una pincelada de magia biomolecular, alumbrando la senda, al próximo eslabón de la evolución. Aunque es obvio que esto no siempre fue así.
Al alba de la tercera década del siglo XXI, Andy Zimmerman abandonó sus estudios y fue solo un mediocre expediente, que amontonó tanto polvo como irrelevancia, en algún insignificante clúster de un disco duro. Nada hacía presagiar lo que ocurrió un soleado día de abril, cuando la red interplanetaria se colapsó, registrando miles de millones de entradas en una página, con una ecuación divina, repleta de belleza, que habría enamorado a Paul Dirac, y que abría las puertas a una nueva dimensión. En ella los viajes interestelares a velocidades muy superiores a la luz, junto a la fórmula del pliegue espacial, firmada por un joven desconocido, Andy Zimmerman. La humanidad, que, hasta entonces trastabillaba sus infantiles pasos viajando a los planetas del barrio solar, ahora podría surcar el universo, y llegar a sus confines. Las nebulosas vientre materno de nuevos soles, o necrópolis de supernovas, serían testigos de la génesis de una raza interestelar. La humanidad se erigía, como un gigante estelar, que abandonaba la reclusión en su jardín, ahora sus horizontes eran ilimitados. Zimmerman publicó sus extraordinarios resultados, y lo hizo de forma altruista, los puso al alcance de todos. El motivo fue simple, acercar a la especie a los ilimitados recursos del universo, para librarla de las guerras y calamidades seculares que había padecido tratando de controlar, los escasos recursos de tierra y los cuerpos celestes cercanos. Sonaba el cuerno de la abundancia, lo hacía como un eco celestial, regalo de la ciencia y de su genio. La paz daría lugar a una era brillante, ciencias, artes, libertad, guiadas por la curiosidad congénita de la raza humana, y desprovista de la carga de la violencia, abrían una nueva dimensión a la existencia de cada individuo. Andy Zimmerman, fue requerido por todos los medios de información, aclamado por todos los campus universitarios, se transformó en una estrella, y a la pregunta del porqué liberar un conocimiento que le habría procurado riqueza ilimitada, solía esgrimir un argumento sencillo, – Poner el universo y sus recursos, en manos de la humanidad, requiere tanta energía, y redunda en tanta abundancia, que hará imposible el ejercicio de la guerra, esa es toda la recompensa que necesito. – Andy Zimmerman, se equivocó.
En los años siguientes los conflictos para controlar ese conocimiento, y monopolizarlo, se extendieron, avalados por las todopoderosas corporaciones, las más influyentes figuras políticas, y los grandes estamentos religiosos. Fueron años de terrible sufrimiento para todos y en especial para Lord Zimmerman. Años que pasó tratando de sofocar el incendio que su acto de buena voluntad, había generado. Con el tiempo, se recluyó, se centró en la ciencia, y dejó que la humanidad caminase sola, hacia la luz o la destrucción, siempre con la amargura de sentirse responsable, de aquella violenta era de destrucción. Con la esperanza de seguir avanzando en sus investigaciones y terminar para siempre con las matanzas, dedicó todas sus energías a la comprensión del fenómeno que dio origen a la raza humana, decidido a comprender su naturaleza. Inició su investigación, sumergiendo su intelecto en el origen de la vida, y trató de hallar, como dicen algunos, a dios, a través del estudio de la materia, y de todas sus mutaciones en estructuras complejas como la vida. Creyó que, hallando esa respuesta, podría enmendar sus errores pasados, y así se diluyó su figura en el tiempo, como la niebla ante el empuje del sol matutino.
La sangre derramada en aquellas décadas, habría bastado para regar un planeta entero. La humanidad estuvo cerca del completo desastre en varias ocasiones. Fue tal la envergadura de aquella catastrófica época, que el hastío se hizo casi genético, hasta que, por fin en un débil, pero efectivo consenso se llegó a una acuerdo para terminar aquel periodo, que de manera paradójica era conocido como “Las guerras de la ecuación de Zimmerman”. Imagino que era más sencillo bautizarlo así, que asumir la culpa por parte de los verdaderos responsables, como imagino el dolor incesante que debió producir en el alma desdichada de Lord Zimmerman tal hecho.
Quizá fue este hecho lo que propició que el genio científico de Andy Zimmerman, reapareciera, para convertirse en el puntal casi milagroso de la reconstrucción. Mientras la humanidad pasó años buscando ingeniosas formas para destruir, Andy Zimmerman, había logrado hitos científicos que rayaban la magia. Fue determinante en la “nueva aurora”, así denominaron a la nueva era de reconstrucción, se puede decir que los mismos, que empezaron las guerras. Andy fue capaz de terraformar planetas, devolver vida a desiertos radioactivos, hacer florecer vastas extensiones de bosques, purificar mares y océanos, haciendo gala de una actividad sobrehumana, en una gran amplitud de disciplinas científicas. Es evidente que no lo hizo sólo, durante años, había formado a un vasto equipo, lleno de mentes brillantes, imaginativas, y con enorme capacidad creativa y de trabajo. Fui uno de sus elegidos, pasé años a su lado, y aún recuerdo el orgullo que sentía aquel genio por todos nosotros. Cuando la Unión Planetaria, con sede en la tierra, le concedió el título de Lord de las ciencias, se limitó a pronunciar la máxima de Newton, -Sólo me encaramé a hombros de gigantes-. Algunos le acusaron de falsa modestia, pero los que le conocíamos bien y habíamos trabajado a su lado, sabíamos que no quería honores, no quería reconocimientos, ni riqueza, en su vida todo cuanto había buscado era la paz. A pesar de sus logros, y la dimensión que había adquirido su figura, o quizá debido a ello, viendo la fase de reconstrucción muy avanzada, un buen día Lord Zimmerman desapareció.
Andy Zimmerman, llevaba meses en su laboratorio, trabajando sobre una teoría, que le helaba la sangre de tal modo, que ni siquiera la comentaba, si no de manera somera con sus mas allegados. Como parte de ese grupo de privilegiados, en algunas ocasiones, presionado por mi incisiva curiosidad, me reportó algún detalle. Confieso que apenas podía llegar a alguna conclusión concreta, con las pocas referencias que obtuve de Andy, y me atrevo a decir que, de no ser por su trayectoria, en algún momento consideré, si el genio estaba perdiendo la razón. Me habló de su investigación, sobre el origen de la vida, una tarde mientras una tormenta de otoño, repiqueteaba sobre el tejado de la buhardilla, el lugar donde Zimmerman solía reflexionar en el laboratorio.
Andy estaba convencido que la vida, era parte de un sistema isomorfo, una réplica deformada de algo desconocido y mucho más antiguo que reverberaba sin cesar través de los eones -y eso no es todo- me dijo- su longitud de onda… algo no encaja, todo va a terminar. – Necesito pruebas, proto materia primigenia ¡Eso Es! – Quedé petrificado, no entendí nada, sus palabras eran propias de una mente taciturna, parecía lúcido, aunque tan ensimismado y concentrado en su pensamiento, que terminaba sus frases balbuceando. Aquel día sentí que algo extraño le sucedía, y lo comprobé pocas semanas después. Lo despedí al pie de su nueva nave la “Phoebus”, el ingenio de transporte más sofisticado, jamás construido en la historia. Me miró y me dijo, señalando a un cielo especialmente claro, -Allí está la respuesta, volveré pronto- Me abrazó y se alejó, todos pensaron que haría como siempre hizo, honor a su palabra, y volver pronto con una respuesta, pero eso no sucedió. Andy Zimmerman fue dado por desaparecido, después de diez años de minuciosas búsquedas, tras las huellas energéticas de la “Phoebus”.
Apenas una década más tarde, cuando la paz recién nacida aún alboreaba, y la especie humana en su totalidad, vivía cerca de veinte años sin guerras, algo que sin duda Andy habría soñado ver, se hizo público un terrible descubrimiento, la paz ya no importaba mucho. El universo se estaba muriendo, a un ritmo veloz y exponencial. La vida en toda su extensión, la materia, todo, estaba dejando de existir. Ningún laboratorio, ningún científico, ni yo mismo, quisimos decirlo en voz alta, pero sin Zimmerman, desaparecido años antes, no había esperanza, no habría ecuaciones prodigiosas para salvarnos. Toda la inteligencia disponible trabajaba sin descanso, para averiguar que demonios ocurría y como pararlo, pero nos faltaba la inspiración del genio. Las conclusiones se repetían y eran muy claras, el universo se desvanecía, y no encontrábamos explicación, recordé aquella charla en la buhardilla, -Él lo sabía- me dije. No había mucho que hacer, todo iba a terminar muy pronto. Me sorprendió la relativa calma con la que la humanidad, vivía aquellos días. La vida terminaba, ya ni siquiera eran observables en el cielo las estrellas más próximas al sistema solar, la noche y su cielo vacío eran puro terror. Resignado me fui al viejo laboratorio ahora cerrado, el diario de Andy seria mi última y lapidaria lectura. Mi sorpresa fue encontrar en su última página, una anotación que jamás había visto.
“Somos agua y palabras resonando en las ondulaciones del tiempo. El origen y propósito de la vida es la terrible condena de mantenernos viajando eternamente entre las cuatro paredes de una pecera forrada de espejos. La vida reverbera sin fin, el destino lo escribimos nosotros, y nunca hemos sabido cambiarlo. Hablé con el carcelero, la condena sigue en pie, ha muerto demasiada vida. Hasta pronto amigo, no te tortures, solo fuimos reflejos. Firmado: Andy Zimmerman”
Me estremeció su alusión directa, me estremeció la fecha de la anotación, un día después de la fecha de mi lectura, me estremeció, mirar por la ventana y ver el reflejo de mi mundo apagándose en un cielo ondulante. Hasta pronto amigos, no se torturen.
Mik Way. T ©
Foto Texto: Stein Egil Liland
Un relato que trata de consolidar varias ideas en no muchas líneas, me hizo sudar todo el día, y puede que me precipite al publicarlo, pero me gustaría que lo comentaseis, y ver hasta que punto la cabeza, la vuestra o la mía se fue con Lord Zimmerman. Un abrazo a tod@s (Comentarlo por favor, me irá muy bien leer vuestros comentarios para una futura revisión).
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Muy bueno, me quedo con esto “Somos agua y palabras resonando en las ondulaciones del tiempo.”👏🏽👏🏽👏🏽
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Muchas gracias Adolfo, esa frase puede ser un buen resumen de cuanto somos, 👍👍👍👍 Un abrazo
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Muy bueno, me gustó mucho. 👏👏👏
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Gracias Natalia, me alegra que lo hayas disfrutado. Un Abrazo¡¡
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Necesitamos un Andy Zimmerman, un genio que abra los sentidos a los científicos de nuestra era.
La respuesta ha estado siempre ahí, ante nuestros ojos, solo que no hemos tenido la capacidad de ver, o quizás es más cómodo estar ciegos. Me ha gustado mucho y pienso que no te has precipitado en publucarlo. Hay pensamientos que si te pones a rebuscarlos pueden perder su esencia.
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Gracias por tu comentario, tienes razón en cuanto a lo de rebuscar, me alegra mucho tu presencia en el blog y tus comentarios. 😘😀✨
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Un relato de esperanza y fè pero a la vez de pèrdida…de desamparo. Si viviera en tu relato me hubiera gustado irme con Zimmerman, no por huir de lo inevitable pues yo creo que hasta el ùltimo momento tratò de cambiar el destino. Ha sido un gusto encontrarme con tu blog. Me gustò el relato que pones en tu pàgina de inicio. Saludos!
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Hola Ana, muchas gracias por tu comentario, este es un relato que todavía requiere trabajo, pero le tengo cariño, y quería publicarlo. Me encanta que lo hayas, leído, vivido y disfrutado, al final el mejor premio para un relato es ese, que alguien lo viva, y lo disfrute. Me pasé por tu blog, y para mí también ha sido un paseo muy agradable, conocerte, pasaré por allí a menudo, te lo aseguro. Un abrazo grande.
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