
El viejo lleva sentado todo el día sobre el frio banco de diorita, observa con atención la vida de aquel pequeño parque, del que ya es un rostro asiduo.
Junto a unos columpios de colores vivos un grupo de niños, disputa un turno para balancearse. Se tiran tierra y groserías a la cara y se amenazan con los ojos achinados, demostrando una ira fugaz como el tiempo, aunque a ellos les parece inquebrantable.
Una madre junto a la fuente, arrima a su pequeño al chorro irregular de agua fresca que brota con desgana de la pila de mármol semicircular. Le lava la cara y las manos. El crio de pelo cobrizo y rebelde, ojos grandes y mejillas coloradas está exhausto. Ha derrochado toda su energía, invocando un torbellino, formado con la intensa ilusión de sus imaginativos juegos.
El viejo observa imperturbable, las emociones corren dentro de su curtido corazón de hierro, pero no recuerda como expresarlas. Tampoco puede hablar, el viejo nació mudo. Ha vivido mucho, ha visto mucho, pero jamás ha pronunciado una palabra. Ama las palabras. Su sonido, sus infinitas formas de combinarse, de entrelazarse y de bailar, le fascina. Constantemente se atormenta, cuando desea con todas sus fuerzas pronunciar una, y siente como se ahoga en su laringe fría y muerta en un abismo de silencio. Así ha sido toda su vida, la resignación es el hogar que cobija su pena, y ya casi no duele.
La tarde cae, él viejo desea seguir observando cuanto sucede, puede sentirlo todo, y no pierde detalle. Una pareja se entrega a un beso, aprovechando la penumbra del majestuoso sauce, que reina en una esquina del parque. Lo hacen enroscados en un aura de amor adolescente, brillan al filo del ocaso invernal. Sienten la pasión deslizarse sobre la piel, pero no pueden verse brillar, como el viejo los ve. Le habría gustado tanto ser parte de un beso así, ser parte de los juegos, o de los cuidados de aquella madre, pero su naturaleza nunca se lo permitió. Un triste pensamiento acude a él -hay momentos en qué habría sido mejor no existir-, pero se repone pronto, algo perturba la armonía del parque, algo le produce un miedo que jamás había sentido.
Un tipo de cara amable se acerca hasta su banco y se sienta junto a él, desde ese lugar se domina todo el parque, por eso el viejo está sentado ahí. El viejo siente el pútrido olor del ser que tiene a su lado, proviene de un alma turbia y cenagosa. Aparenta ser un individuo cordial y su aspecto es impecable, pero un recipiente de maldad hierve, bajo un fuego avivado por una necrótica demencia. El viejo lo percibe, sabe que a su lado hay un monstruo. El tipo no repara en su presencia, lo ignora.
Centra su atención en tomar fotos al pequeño del pelo cobrizo, que se resiste a marcharse y abandonar sus juegos. Su madre tira del pequeño, mientras la muerte acecha en cada toma. El viejo siente que todo cuanto observa cada día está en peligro, hay un lobo sediento de sangre, sentado a su lado. Apenas si puede moverse, pero una fuerza en su espíritu, una rabia desconocida, capaz de doblar el bronce, reafirma su maltrecha voluntad. El lobo está distraído, puede notar el humor nauseabundo que desprende el horrible aliento del engendro. La oscuridad se impone en todo el parque, el invierno no tiene piedad con la luz. Siente salivar la boca del depredador, mientras observa a su presa en la pantalla del móvil. Es el momento, será una lucha corta y muy desigual, pero podría salvar a sus amadas criaturas del parque, y sin dudarlo actúa. Sus huesos quebradizos no resisten mucho, como preveía todo acaba pronto, la oscuridad cubre por completo el apacible parque. El silencio tan conocido para él, lo invade todo, como si fuera el preámbulo de la eternidad.
Al amanecer una patrulla de policía alertada por un vecino, descubre su cuerpo frio y rígido, tendido sobre el banco, como un muñeco de trapo abandonado.
- Tiene el cuello roto.
- No toques nada.
- ¿Y ese móvil? Seguro que es suyo, pobre diablo.
- ¿Qué móvil?
- ¿Estas ciego? El que está en el faldón de la estatua de bronce.
- Joder, si la estatua del viejo pudiera hablar, nos diría que pasó, lleva aquí sentado desde que tengo memoria.
Hoy no pudo ver a sus criaturas, rodearon con cintas el parque, y todo estaba lleno de coches y luces parpadeantes. El viejo sentado en su banco lo observa todo, y no desespera, ha visto mucho, y pronto la vida y las palabras que tanto ama volverán a su parque.
Mik Way. T ©
Bien pues el irremediable ansia de publicarlo me lleva a hacerlo de nuevo sin dejar el relato en reposo, y sin mucha corrección, lo siento, pero dejaré que repose aquí, y que sean vuestros comentarios, los que dicten sentencia, o lo acaben de pulir, creo que será un buen experimento. Un Abrazo a tod@s¡¡¡
Un cuento muy emocional, bien desarrollado el tema. Vale mucho que lo dejes reposar ya te darás cuenta de tal modo que la historia corra, quitándole lo que no embellece. Decía mi maestro adjetivo que no embellece, entonces afea. Abrazo grande. y feliz año nuevo.
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Muchas gracias Rubén, sé que le tendré que dar más vueltas, y perfilar su forma, y en cierto modo lo colgué con esa intención, Un abrazo y feliz año ¡¡
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Puessss, yo no cambiaría ni una sola coma😉👏👏👏👏😘🤗✨🎄🎀❤🎀🥰
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Gracias Mamen, la historia me gusta pero creo que si necesita algo más, es como cuando tú sabes que un poema te pide estar ahí. «No será distinta pero si si diferente». Muchas gracias por tu comentario, y tu lectura un abrazo fuerte ¡¡¡✨✨✨✨😘✨✨🌹🌹
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Es una historia muy buena, coincido en dejarla reposar y luego volverla a leer, no porque no este bien sino porque siempre, siempre hay cosas que al final quitamos, agregamos que hacen que quede mucho mejor. Si te has saltado el proceso no pasa nada, como tù dices ya lo haràs. Me gusta mucho como has resuelto al final. Me hiciste pensar en alguien que conocì, que tambièn era mudo (pero de carne y hueso) al final se suicidò, pero bueno esa es una historia triste y la tuya es una con tintes heroicos. ¡Saludos!
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Hola Anna, gracias por pasarte a leer, y me alegra que la historia te guste, coincido también en la necesidad de darle un poco de aire, y ver que pasa con la historia. Vaya lo que me cuentas de la persona que conociste, parece trágico, lo siento. Lo dicho lo dejaré reposar, y me alegra mucho que aún así te guste y te llegue, aquí me me muevo en un terreno más nuevo para mí. Muchas gracias por tu comentario, Un abrazo
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A mi me ha gustado tal cual, pero soy sólo una asidua lectora de lo que escribes. No le cambiaría nada, así me llevó al parque y pude sentir la esencia de tus palabras.
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Muchas gracias Maricruz, por tu lectura y tu asiduidad, son palabras como estas las que siempre ayudan a seguir escribiendo de forma incansable ¡¡¡
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¡Pues me parece un relato formidable! Mezcla lo fantástico con la realidad, y me encanta el final. Hasta entonces no me había dado cuenta de que se trataba de una estatua de bronce.
La redacción es perfecta, las descripciones impecables, la trama original, y el final sorprendente e inesperado. Bajo mi punto de vista tiene todos los componentes necesarios para ganar cualquier concurso de relatos.
La parte que considero más lograda y que me ha resultado más emocionante, es la del beso de la pareja de adolescentes bajo el sauce, y como él anhela poder sentir ese cariño, o los cuidados de la madre hacia el niño del pelo rizado… es conmovedor!
Francamente bueno. ¡Mi enhorabuena!
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Uff ¡ Gloria, con comentarios como este uno echa a volar sueños, me alegra que te haya gustado tanto, y aunque quería pulir el estilo, por aquello de analizar bien tu texto, porque la verdad no lo hice, no lo dejé reposar, lo que si tengo claro es que no va a cambiar en nada, le tengo cariño a este relato, por la forma en que salió, tirando de mí, era como llevarlo dentro y que hubiera llegado el momento de sacarlo a la luz y darle vida. Gracias aprecio enormemente tus comentarios, Un abrazo Grande ¡¡¡
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