
La vieja andaba a tientas, por el inmenso corredor de la biblioteca, desnuda, porque se sentía con ganas, y sin pudor, y con edad para no rendir cuentas; y con ínfulas de ser venus en su paraíso elegiaco de pecados recopilados en un jardín mitad verdad, mitad ensueños, mitad mentira; sobra una mitad. La literatura es un ramal infinito de opciones, la vida una sentencia, un juicio, un inevitable, segundo a segundo. La vieja caminaba por encargo de Hyrshyd, esa nueva niña diosa o lo que fuera, le había pedido luz para pintar su universo nuevo ¡Qué pequeños “hijoputitas”! Todos los dioses, ella es la partícula más vieja, los ha conocido a todos, y ahora llega la hija de Thyboet, condenada estirada, profunda mirada. Ojos sin cuenca, ojos flotantes que lo ven todo. La pequeña diosa quiere luz, y se la dará, como ha hecho siempre. Cada vez que crean un universo, la requieren, pero nunca le dan poderes. La vieja, tantea con los dedos, hay tantos universos y ninguno es igual a otro. ¿Qué hará la pequeña? La curiosidad son los músculos de la vieja. Bien pues se deja llevar como hace siempre, y al final fluye algo aparentemente novedoso. Lo nuevo no tiene porque serlo, solo parecerlo, lo nuevo es una calcificación tras otra, y como la memoria es como la niebla, la novedad puede ser un colapso de la memoria. Bueno, eureka, ha dado con una combinación, ha conjurado una partícula, le dará a Hyrshyd un fotón. Si es buena costurera, las posibilidades son infinitas. Infinito, infinito es un abrazo que no se cierra sobre un cuerpo, un beso que no termina en los confines de una boca. Bien, ya es hora. La vieja, llega desnuda hasta la mente de Hyrshyd, y enciende la luz. La niña juega en ese instante con el primigenio “Barro”. Ha compuesto miles de millones de distintas figuritas, ni sabe que hará con ellas. Sus dedos moldean sin parar, tan velozmente que parecen formar parte de un torno que gira a la velocidad del pensamiento. Gira, gira, gira; ríe, y ríe, y a veces llora y llora, en otros momentos, los más; crea con indiferencia, y en uno de estos, toda actividad se detiene. Paralizada, un silencio denso como aliento paterno, la envuelve y grita ¡Eureka!
– ¡Madre! ¡ya lo tengo! ¡Un fotón!
Mik Way. T ©
Me encanta tu forma de escribir! Muy bueno
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Hola Mireugen, muchas gracias por pasarte y por tu comentario ¡¡ Un gran abrazo¡¡
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Hola Mik, veo que el calamar sigue muy inspirado creando y recreando. Me gustó mucho tu relato, enigmático, con tintes de leyenda. Sigo admirando tu capacidad para crear universos. ¡Saludos!
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Hola Ana, muchas gracias por tu comentario y lectura, un abrazote bien grande¡¡¡
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Hola, Miguel, he entrado en tu universo con palpitaciones, qué poderosa imaginación y qué forma de relatar tan inquietante, a la velocidad del pensamiento.
Tantos universos distintos… como la vida misma y me encanta esto: la memoria es como la niebla, la novedad puede ser un colapso de la memoria.
Muy inspirador.
Un abrazo amigo
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Hola amiga, qué tal ¿? muchas gracias por tu lectura, y por tu comentario, lo valoro y lo aprecio mucho, Lola. Saludos, un abrazo¡¡
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